Cocinar es como un beso fugaz. Nos hace pensar. Nos alienta a continuar provocando nuevas sensaciones y nuevas experiencias. El cocinar, como el amor, puede perder toda su magia, su atractivo, su encanto y su seducción cuando se vuelve mecánico; cuando se convierte en una vulgaridad, trivial, habitual u obsesivo. Estos placeres buscan aspectos emocionales, románticos, imaginarios…
La alquimia de las recetas se hace fundamental en un espacio lleno de fantasías eróticas. Un mundo de texturas y de sutiles transformaciones. Nos alimentamos con aventuras llenas de situaciones excitantes; inyectando a nuestro paladar calor, frío, pasión y sensualidad; llegando a confundir la cocina con amores inalcanzables. El placer de cocinar no avanza con la monotonía. Busca un espacio entre el roce y la distancia. Entre las miradas perdidas y el silencio ocasional. Entre labios entreabiertos, la lengua recogiendo saliva, proyectando pensamientos hacia los labios ajenos. Buscamos el placer entre la comida y la alcoba. Entre miradas, risas, lágrimas y escenas imaginarias.
1 comment:
Guau Mery que excitante tu post...
La verdad yo soy muy mala en la cocina, espero no estar tan perdida en mi alcoba....sino estoy en el horno jajajaja
Besitos
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