Tuesday, August 22, 2006

Amor a la Chilena


Receta del libro "Afrodita" de Isabel Allende

“Me arrepiento de las dietas, de los platos deliciosos rechazados por vanidad, tanto como lamento las ocasiones de hacer el amor que he dejado por ocuparme de tareas pendientes o por virtud puritana. Paseando por los jardines de la memoria, descubro que mis recuerdos están asociados a los sentidos”.

Si bien nada está probado respecto al efecto que ciertos alimentos producen sobre el deseo y la potencia sexual, la creencia en las comidas afrodisíacas ha estado presente en todas las culturas. Famosas son las propiedades de las especies orientales en este campo. Entre los protagonistas de la cocina chilena, el ajo, el apio, el cilantro y los mariscos, así como el ají o los pimientos, han gozado desde siempre de un especial prestigio como estimulantes del amor carnal. A esta lista, Isabel Allende suma el tomate y la cebolla, convirtiendo a nuestra tradicional Ensalada Chilena en un plato recomendable para movilizar las hormonas. El toque personal lo ponen el pimiento (o el ají) y el perejil.

Dos ejemplos:
Ensalada Chilena (para 2 personas)
Picar 2 cebollas medianas y ponerlas a remojar en agua caliente con vinagre por 1/2 hora. Escurrir y secar con papel absorbente.
Pelar 3 tomates hermosos y partirlos a lo largo en trozos.
Picar un pimiento picante y mezclar con las cebollas y el tomate, agregar sal, pimienta y buen aceite de oliva de la mejor calidad.
Añadir por encima 2 tallos de perejil fresco picado.

Sopa de la Reconciliación
"Si no encuentro callampas frescas y debo recurrir a las secas, las remojo en media taza de un buen vino tinto hasta que se esponjen alegremente, mientras me bebo el resto del vino con toda calma. Luego pico el ajo por el puro gusto de olerme los dedos, porque igual podría usarlo entero, y lo frío junto a las callampas y champiñones en el aceite de oliva, revolviendo con fervor por unos cuantos minutos, no los he contado, pero digamos cinco. Agrego el caldo, el oporto y el aceite de oliva trufado, no todo, dejo un par de gotas para ponerme detrás de las orejas, no olvidemos que es afrodisíaco. Aliño con sal y pimienta, y cocino a fuego suave con la olla tapada hasta que las callampas se ablanden y la casa huela a paraíso. Al final lo trituro en la licuadora; esto es lo menos poético del cocinamiento, pero inevitable. Debe quedar con una textura algo gruesa, como de lodo, con un perfume que hace salivar y llama a otras secreciones del cuerpo y del alma. Me coloco mi mejor vestido, me pinto las uñas de rojo y sirvo la sopa decorada con crema agria en platos calientes".

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